El sábado por la mañana se decidió acometer el secreto de los ruiseñores. Al poco me acompañó Doña Fátima Ruiz que se encargó de terminar de tratar la viga que sujeta las palancas y la parte interior de los marcos de las puertas traseras del órgano. Por mi parte decidí aprovechar el trémolo del órgano y reconvertirlo en el secretillo para los ruiseñores.
El problema era que no teníamos las herramientas adecuadas, con lo que hubo que hacer una excursión a las tierras de la familia Fuster para proceder al aserrado de las partes sobrantes del “ex – trémolo”. Reutilizando partes del propio trémolo se taparon los agujeros con madera. Ya en la iglesia, a media mañana, se acercó el señor herrero para tomar medidas de las bisagras antiguas de la puerta del órgano bajo, ya que falta la parte de las mismas que da al marco. La razón, al parecer, se debe a que el fuelle instalado en los años 80 no permitía abrir la puerta, con lo que se eliminaron las bisagras para poder sacarla a pulso. En cuanto los fuelles históricos estén restaurados y funcione el sistema original de creación de viento, los fuelles de los años 80-90 serán destruidos y se podrá colocar la puerta con sus bisagras, mitad antiguas, mitad nuevas (copia de las antiguas) y abrirla como una puerta normal, es decir, sin tener que cargar con ella.
A mediodía vino el señor Fuster con dos chicos corpulentos para colocar el conducto madre sobre su correspondiente viga. Lo cual se hizo en un momento.
Más tarde y realizado el correspondiente descanso para comer, volví solo, a trabajar en el secretillo de los ruiseñores. Una vez terminada la fase de encolado de la piel se procedió al sellado con el papel moderno y a la apertura de los nuevos orificios donde «a posteriori» entrarán el conducto del viento y el propio conducto de los ruiseñores. A última hora se procedió a la limpieza y ordenación del material y de la sala. También decidí llevarme todos los ganchos y clavos de los fuelles para limpiarlos y tratarlos. Y esto es todo.